De: La teoría de los autómatas (Hiperión, 2018)
Única Zürn sobre fondo de primavera
He abrazado a Única Zürn en suelo extraño.
Me pareció una mariposa muerta
de la que se desprenden las alas poco a poco.
Yo sí habría sostenido tu miedo junto al umbral de la puerta,
te habría dicho ven, túmbate aquí
te dibujaré cruces en las palmas de las manos
para entender mejor las diferencias entre los sexos.
Sé que la soledad se nos antoja noble si estamos solas
pero se me antoja más noble cuando no dices nada
si, al menos, me devuelves la mirada
de animal asustado por la tormenta.
A todas mis historias les habría puesto tu nombre
si te paras aquí conmigo a mirarlas
con tus ojos que saben cómo nombrar la oscuridad.
Desde una edad tardía avisaste:
el mundo puede morir en un incendio,
arderé antes de que eso suceda.
Las cenizas hablarán de la vida más allá de la vida.
La vida no es suficiente para hablar de la vida.
A todos los críticos que decían que en ti no había locura,
si no elección estética,
puede elegir la grieta no formarse
y, ¿el mudo, no hablar?
Reciclaje natural
Multiplico mi persona,
me persigue el miedo.
Multiplico las posibilidades de estar viva:
ensancho la palabra amar.
Busco el norte en el corazón de los árboles.
Hago el camino más fácil a la destrucción.
Multiplico las posibilidades,
me hago más débil, como una réplica lejana
que se adentra y se pierde en el eco del bosque,
que es ya eco del bosque.
Amo, me multiplico,
abro un sendero para la destrucción.
Máquinas autómatas II
Soy una autómata del siglo XXI,
analizar fríamente la situación
máxima discreción
no creer en relaciones.
Si incurro en juicios de valor
ordeno los sucesos
me marcho a los bosques
detengo el paso
observo mi cuerpo pálido
bajo la sombra de los árboles.
Si amo, amo sola,
no me gusta sentir mi cuerpo
en una urna de palabras y juegos de azar.
Que fría eres, lo reiteran así, sin escrúpulos,
con voces de piedra, arrastrando la silabas
y esperando causar algún peso en mis párpados
(así, por la forma de entonar
se sabe lo que buscan). Entonces me marcho.
Abro las Metamorphoseon libri
pienso en Ovidio escribiendo estas líneas, leo:
muchas veces encogió sobre el agua sus pies
de niña y temió el contacto del agua que salpicaba, muchas veces
el Dios prudente agachó hasta el agua su lomo para que ella
pudiese agarrarse más fuertemente a su cuello
y lloro humanamente y pienso
en todas, cada una de las personas a las que amo,
y les dedico dentro de mí
las transformaciones de los dioses de Ovidio,
el frío de la noche,
mi poca humanidad —a veces—
y mi silencio.